Radio Internacional Feminista/ julio 03

25 de julio
Día Internacional de la Mujer Afrolatinoamericana y Afrocaribeña


Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe
A causa del proceso de globalización e internacionalización de las economías, cuyos rasgos excluyentes empeoran la condición de vida de los sectores ya oprimidos, en los últimos años los pueblos afrodescendientes en la región de América Latina y el Caribe han visto agudizada su situación de rezago histórico. Por ende, la pobreza y marginación los afecta cada vez más severamente, impidiéndoles acceder a los recursos necesarios para vivir dignamente y participar de los beneficios del desarrollo. Sin embargo, esta discriminación tiende a ser invisible e ignorada para el resto de la población.

Es necesario enfatizar, no obstante, que las mujeres afrodescendientes enfrentan un impacto diferenciado en comparación con los hombres, puesto que en ellas se entrecruza el componente de género con su pertenencia a una raza/etnia, lo que potencia su situación de segregación. Ha sido precisamente la constatación de esta doble discriminación lo que ha impulsado a las mujeres afrodescendientes a levantar sus voces para exigir que su agenda reivindicativa tenga respuestas con las especificidades necesarias y en los niveles que corresponde, incluyendo al interior del mismo movimiento negro.

Por ello, en las últimas décadas se ha visto el surgimiento de numerosas redes y enlaces de mujeres negras destinadas a promover estrategias de acción y establecer articulaciones. En este contexto, y a raíz del Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas realizado en República Dominicana el año 1992, se estableció el 25 de julio como Día Internacional de la Mujer Afrolatinoamericana y Afrocaribeña, fecha que desde entonces es propicia para ampliar la toma de conciencia acerca de la opresión de género y raza/etnia que experimentan millones de mujeres en nuestra región, en especial en aquellos países donde constituyen un alto porcentaje de la población total. El caso más representativo es Brasil y el Caribe, aunque población afrodescendiente se encuentra en la mayor parte de nuestra región.

Por otra parte, en el panorama internacional es importante destacar la Reunión Regional de las Américas, preparatoria a la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Otras Formas de Intolerancia, realizada en Santiago de Chile el año 2000, la cual fue uno de los escenarios donde los pueblos afrodescendientes tuvieron un avance histórico, logrando que sus problemáticas y necesidades fueran explícitamente reconocidas y vinculadas a la presencia de un racismo estructural propio de la región.

En la declaración oficial, además,  se visibilizó el hecho de que el racismo, la discriminación racial y la xenofobia se manifiestan de forma diferenciada en las mujeres, empeorando su situación de desigualdad social, económica y cultural, todo lo cual desconoce y viola sus derechos humanos. Y lo más importante: se reconoció, paralelamente, a las mujeres afrodescendientes como actoras y como sujetas de políticas y de compromisos gubernamentales. De esta forma, en un escenario internacional propiciado por Naciones Unidas se logró identificar a los pueblos afrodescendientes, y a las mujeres en particular, como un sector prioritario en la lucha contra el racismo, la xenofobia y todas las formas conexas de intolerancia. Lo que no se había logrado en Nairobi, en Viena, El Cairo o Pekín.

Sin embargo, pensamos que este reconocimiento no ha sido completo. Existen aún numerosos escollos que no permiten que las problemáticas de las mujeres afrodescendientes formen parte de una agenda amplia y compartida con el movimiento de mujeres y feminista. Y esos escollos dicen relación con la incapacidad de reconocer que las mujeres negras, además de su género, deben enfrentar muchas otras segregaciones por su raza, lo que potencia y agrava su vulnerabilidad en el campo de la salud, de la educación, del trabajo, del acceso a la vivienda, etc.

Pero, ¿cómo no es posible percibir que las mujeres negras en nuestro continente han sido violentadas por políticas de población etnocidas que han experimentado selectivamente en sus cuerpos? ¿Cómo no reconocer que la violencia sexual recae con especial saña en ellas, y que los estereotipos que persisten en nuestras sociedades respecto de las mujeres negras la fomentan aún más?

¿Cómo no constatar que son ellas quienes ejercen los trabajos más precarios y peor pagados, y que siempre ganan menos que los hombres, pero también menos que las mujeres blancas? ¿Cómo no advertir que sus indicadores de salud son los más malos, en especial en lo que dice relación a su salud reproductiva, y que hay patologías que las afectan con especial fuerza?

Las violaciones y atropellos a la vida y cuerpos de las mujeres negras nunca serán lo suficientemente visibles si el movimiento de mujeres y feminista en general no se hace también partícipe de su denuncia. Si no incorpora sus agendas dentro de su agenda, su discurso dentro de su discurso. Solo así, cuando se reclame la ciudadanía de las mujeres, se estará reclamando también la ciudadanía de las mujeres negras en igualdad de condiciones con las mujeres blancas, con las mujeres mestizas.

Solo así, cuando las mujeres ejerzan como protagonistas de los cambios sociales y políticos, también lo harán las mujeres negras, respetando su identidad cultural y sus reivindicaciones históricas como afrodescendientes.

Este es una deuda del movimiento de salud y feminista que aún no se salda. Como Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, establecemos ahora el compromiso de avanzar en ello, y nos hacemos eco de lo señalado por Epsy Campbell, diputada costarricense afrodescendiente y activista de destacada trayectoria, en uno de sus muchos documentos:

"Género y etnia son indivisiblesŠ en nuestros planteamientos, propuestas y denuncias. Nos autodefinimos como mujeres negras, que han sido las características para nuestra exclusión y será, como mujeres negras que impulsemos una propuesta desde nuestra identidad de género, de etnia y por supuesto de nuestra situación socio-económica para contribuir al cambio de Latinoamérica y el Caribe en sociedades de justicia en las cuales se respete la diversidad".