Radio Internacional Feminista - FIRE

Setiembre 2008

 

DANIEL ORTEGA: INMUNIDAD E IMPUNIDAD

Yadira Calvo
27 de agosto, 2008


Hoy el Movimiento Renovador Sandinista  y los Poetas contra la Dictadura, están mostrando al mundo  lo mucho y sustancioso que se cocina en la olla gubernamental de Nicaragua mientras el 40 % de la población gana menos de un dólar al día". Ya desde el 3 de marzo de 1998,  la hijastra del Presidente Daniel Ortega, había publicado una carta, en la que se ponían en evidencia algunas monstruosidades de alcoba del líder sandinista. Entonces denunciaba la prolongada agresión de que la hizo víctima desde que ella tenía once años,  y explica lo difícil que le fue  superar sus efectos, con el acoso, la amenaza, las presiones y el chantaje que la ha acompañado.


Pocos días después, su ex-esposo, Alejandro Bendaña, publicó otra carta, en la que se lamenta por no haber hecho lo suficiente para detener a Daniel Ortega en su agresión que ­dice él­  yo llegué a presenciar desde años
anteriores a nuestro matrimonio.


 El 22 de mayo de ese mismo año, Zoilamérica hizo público un testimonio en el que cuenta al detalle su experiencia: cómo vivió aterrorizada, sometida a un régimen de cautiverio, persecución, espionaje y acecho; cómo su padrastro se aseguró durante dos décadas a una víctima sometida a sus designios y voluntad individual desde el poder, sus aparatos de seguridad y recursos disponibles. Se trata de  un doloroso y extenso documento que Vargas Llosa consideró como  extraído  de una novela del Marqués de Sade.


Y por cierto, a raíz de este comentario, Ortega se declaró víctima de una "campaña mediática de difamación".
Todo lo que estaba ocurriendo  se sospechaba o se sabía directamente por muchas personas, incluidos funcionarios, servidores,  familiares cercanos, todos los cuales guardaron un silencio cómplice. Siempre según el
testimonio, él la manipuló y la convirtió en objeto sexual de un líder que se lo merecía todo, haciéndole creer que  ella debía sacrificarse, aceptando tales oprobios,  "por la Revolución". Supuestamente,  el abuso le daba la tranquilidad de espíritu necesaria para cumplir mejor con los altos deberes para los cuales lo citó la historia. Y como las malas conductas siempre cuentan con defensores, el mismo día en que la joven publicó la primera comunicación,  su madre, Rosario Murillo, esposa de Ortega, salió a la prensa preguntándose qué motivos puede tener un ser querido para pretender que se pierda el respeto a un hombre que se ha entregado al pueblo
sin claudicaciones.  A otras se nos ocurre preguntarnos más bien qué motivos puede tener el proclamado líder para vejar a un supuesto ser querido desde que éste tiene sólo once años.


Cuando la denuncia se judicializó,  el 5 de junio de 1998, el "gran hombre" alegó inmunidad, para no ser investigado, y como dice la joven, se mantuvo inmune e impune hasta diciembre de 2001, año en que al fin se presentó ante los tribunales, pero para ir a alegar la prescripción del delito. Esto después de una contienda electoral en la que relanzó su imagen, presentándose como hombre de familia,  fortalecido por el perdón
político¹ con que lo protegieron durante la campaña y durante todos estos años sus colegas diputados y prácticamente toda la clase política y la institucionalidad de Nicaragua. Como señala Zoilamérica, en ese momento ya había ganado tiempo suficiente para preparar todas las condiciones para no ser investigado ni juzgado ni castigado. Entre 1998   y 2001,  había construido un pacto político que le garantizó, entre otras cosas, colocar en los juzgados a personas que le son totalmente leales.  De éste modo,  en el  "juicio",  o simulacro, que duró menos de una semana, no se le permitió a la víctima una sola declaración, ni decir siquiera una sola
palabra, ni mucho menos presentar testigos o pruebas.


En vista de lo ocurrido,  ella presentó el asunto ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde fue admitido a trámite en 2001. Pero el poder siempre barre para adentro, y como antes no pudo hablar ni presentar pruebas, el gobierno la acusa de no haber insistido lo suficiente ante las instituciones, y no haber agotado los recursos legales. Por otra parte,  con la sentencia de prescripción a favor de Ortega, se trató de demostrar ante la CIDH, que no hubo denegación de justicia.


En la actualidad, ante la censura pública de feministas y otros grupos, el régimen habla de una acusación nunca probada, pero una cosa es acusación no probada y otra cosa es acusación prescrita. La primera puede indicar
falta de prueba idónea; la segunda sólo indica  impunidad. Hasta ahora, sólo tenemos la palabra de Zoilamérica contra la de Daniel y todo el aparato político que lo sostiene. Asumamos que está mintiendo. Pero entonces nos queda una duda más que razonable: ¿por qué él, si es inocente,  apeló a la inmunidad para no ser juzgado?; ¿y por qué sólo se presentó ante los tribunales cuando estuvo seguro de la prescripción?

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