Diciembre 2001 María Suárez Toro, FIRE Testimonio de Suhana En foto Señora.Suhanah de Indonesia y la señora. Kwak Kum Nyo de Corea del Norte, La Haya diciembre 3, 2001 Es el año de 1943. Suhanah tiene apenas 17 años. Camino al tramo de su padre en el mercado de Cimahi en Bandung, Oeste de Java en Indonesia, es interceptada por seis soldados japoneses. Apenas terminaba de limpiar el patio trasero de su humilde casa en el barrio que la vio nacer. Era un día cualquiera, pero la guerra estaba muy presente en la zona. Su país está ocupado por Japón y soplan vientos de tensión. El ejército imperial japonés había ocupado el país hacía un año, concretamente el 5 de marzo de 1942. Habían entrado por Batavia, ondeando la bandera de Japón a la par de la de Indonesia. Al inicio la gente los recibió con júbilo porque sentían que se liberaban de la colonización holandesa. Pero pronto se dieron cuenta de que cargarían el peso de la guerra. Los hombres jóvenes eran reclutados por el ejército imperial y se decía que de repente las mujeres desaparecían sin conocerse su destino. Pero ni ella ni su familia se metía en problemas. Hasta ese infame día, vivían tranquilos, sembrando y cosechando aceite y vendiendo verduras en el mercado. Sobreviviendo. Miró
a los soldados de reojo hacia arriba. Todos eran mucho, muchísimo más
altos que ella, menuda y frágil como su madre. Se acababa de lavar el
pelo en el riachuelo al fondo de la casa y todavía no se lo había
terminado de recoger en la parte de atrás de la nuca.
Trató de terminar la tarea para entretener el miedo. Uno
de los uniformados le propició un piropo en su propia lengua. Hablando un
sundanés
casi perfecto, le dijo que le gustaba su largo y sedoso pelo. Además le
ofreció un trabajo o la oportunidad de estudiar. Ella no sabía mucho de
la vida y menos acerca de la guerra, pero había aprendido de su madre a
decirle que no a cualquier oferta de un extraño. Respondió bruscamente,
aunque tal respuesta no era parte de su carácter. Era conocida en el
barrio por su tranquilidad y paciencia. Pero en ese momento los nervios la
traicionaron. Fue
entonces cuado el uniformado dejó de lado los protocolos, forzándola a
subir al jeep militar en el que habían llegado. La jaló del pelo y le
puso la bayoneta del fusil en el pecho. Obedeció. Estaba aterrada e
indefensa. Miró por última vez su desolado alrededor. Había sido la última
en salir esa mañana, luego de cumplir con todas las tareas domésticas de
la casa. No hubo despedida. Tampoco pudo resistir. Sin duda la hubiesen
matado. Entrevista
con Suhana Mi interés de venir a este Tribunal, tantos años después, es el de presentarme ante todo el mundo. Yo nunca le había contado a nadie lo que me pasó, aunque todo el pueblo lo supo en aquella ocasión. Mi madre murió de la tristeza en aquel momento y yo callé para siempre. Bueno, no para siempre, sino hasta ahora. Tengo más de 70 años, pero nunca es tarde. Encontrarme con tantas mujeres que vivieron y sufrieron lo mismo que yo, pero que han sobrevivido como yo, ha sido algo grande. Estamos tan viejas que no nos reconocimos hasta que nos dijeron los nombres de las testimoniantes. Son de tantos países, que me he venido a dar cuenta hasta ahora que mi caso y el de las que estaban prisioneras en la casa japonesa en mi pueblo no fue un caso aislado. Diálogo
con el jurado Ustedes dictaminan en el documento del veredicto final que en el sistema de esclavitud sexual en las instalaciones conocidas como Simpang Cimahi en el cual estuvo Suhana entre 1943 y 1945, no era una instalación aislada. Además de
los testimonios, han recogido pruebas documentales y hasta telegramas
secretos de Comandantes del ejército y gobernante japoneses, que dan
cuenta de que hubo más de 200, 000 mujeres
forzadas a servir en el sistema de esclavitud sexual que duró 12 años y
que fue creado después de la Invasión de Nanking en 1937 en China. Allí
torturaron, mataron y violaron a gran escala, a tal punto que la acción
es conocida como “la Violación de Nanking”. Y es que en un período
de 6 o 7 semanas, más de
20,000 de mujeres fueron violadas, 100,000 gentes asesinadas y casi toda
la propiedad robada o quemada. Fue tal el efecto negativo para Japón, que
el régimen decidió instaurar un sistema institucionalizado de
“confort”, supuestamente para evitar las violaciones de la población
civil en los operativos. La
verdad es que la institucionalización del sistema de confort no detuvo
nada. Ustedes lo han leído y lo han escuchado hasta la saciedad y en
detalle. ¿Recuerdan cuando el soldado de aquella época vino en diciembre
del año pasado a las vistas públicas de este Tribunal a decirles que
ellos las violaban en el campo también porque de todos modos las iban a
matar, así es que igual
daba? ¿Recuerdan? ¡Tienen que acordarse!
¿Cómo olvidarlo? Narró a sangre fría
que una mujer se escondió para que no la violaran y que cuando
supo que iba a ser encontrada por él, se había embadurnado el cuerpo
desnudo de cuita de gallina para que a él le repulsara, pero que eso más
bien lo excitó, por lo que la violó así, sucia y hedionda? Después la
mató de la cólera. Segunda parte testimonio de Suhana No
se la habían llevado muy lejos. La casa de “confort” estaba apenas
dos kilómetros de distancia de su casa en la Calle Simpang Cimahi. El
lugar estaba lleno de mujeres cuando fue depositada allí por los
secuestradores. Tres días de zozobra pasaron, al cabo de lo cual el Dr.
Tanaka le hizo un examen físico.
Inmediatamente fue llevada a otro aposento donde el soldado
Ikada la violó. Ella se
había resistido tan tenazmente que fue golpeada, pateada y hasta latigada
hasta llegar a la sumisión mediante la amenaza de muerte con un arma de
fuego. De los cientos que la violaron después no supo sus nombres.
Tampoco recuerda cuantos fueron. Solo recuerda que de ahí en adelante
fueron, como mínimo, tres soldados diarios. Se turnaban a las afueras de
su puerta por ser la más linda del lugar. Hasta el doctor que las
examinaba la obligaba a tener sexo con él. El
“servicio” era siempre violento. A la mayoría de los soldados les
gustaba agarrar su pelo largo como si fueran bridas de un caballo y la
violaban analmente, cabalgando. Otros se llenaban de placer violándola
frente a sus amigos que esperaban turno. Segunda
parte entrevista con Suhana Cuando mi hijo político
supo que yo me estaba preparando para venir a este Tribunal, trató de
evitar que yo diera mi testimonio. Dijo que yo ya estaba muy vieja. Le
contesté que la justicia
podría tardar, pero podría llegar. Me dijo que lo avergonzaría a él si
yo daba mi testimonio en público. Le he explicado que
esa era parte de la justicia que yo necesitaba, que el mundo me oyera y me
respetara. Y que me hicieran justicia.
Necesito urgentemente los resultados de este tribunal porque
necesito justicia. Los derechos violados no son uno ni dos. Me quitaron mi
niñez y mi juventud. Todo, después de eso.
Segunda
parte diálogo con
el
jurado El documento recibido por ustedes y elaborado por los equipos de fiscales y los testimonios de expertas en materia de derechos de las humanas reconoce que hubo una serie de violaciones a los derechos, confirmando lo que se expresó en los testimonios de las víctimas. Ellas le pusieron nombre a los derechos, ustedes organizaron la información para evidenciar que fue más de uno. Hablaron de sufrimiento físico, expresado en las pateadas, las golpizas, los jalones de pelo, la prohibición de salir de la casa de confort y la ruina de su sistema reproductivo. Añadieron que además hubo sufrimiento psicológico, expresado en la violencia psicológica, la separación de su familia, la violación frente a otros y la eliminación de su capacidad sexual y reproductiva. La pérdida de su padre y de su madre por el contexto y los hechos también forma parte de las violaciones a los derechos de Suhana. El sufrimiento social y económico se expresa en la pobreza forzada, el aislamiento social y la fobia sexual desarrollada por ellas ante tanta vejación. Sobrevivieron, pero todavía no se han repuesto.
Tercera parte testimonio de Suhana Al
cabo de unos meses, debido a la bestialidad de los hombres que la
visitaban, Suhana desarrolló un sangrado que le duraba hasta dos meses
seguidos. Nunca recibió medicamentos, por lo cual desarrolló una infección
que no le permitió hacer nada. Ni siquiera podía levantarse de la cama.
Eso hizo que la echaran. Con la ayuda de Heijo un señor de su pueblo,
regresó de vuelta a su casa. No había habido despedida, pero el
reencuentro con su familia repondría su sufrimiento. Soñaba con volver a
trabajar al lado de su padre en el mercado, ayudar a su madre en las
tareas de la casa, y quién sabe si hasta estudiar después de la guerra.
Al lado de los suyos, sin duda se recompondría. Así pensaba mientras era
cargada por el señor, de regreso a su casa. A veces no estaba segura si
era verdad que regresaba o si simplemente deliraba. A esas alturas tenía
una fiebre tan alta que no podía ni pronunciar una palabra. Encontró
que su padre también había desaparecido sin despedida. Suhana supo que
un soldado le había quitado la vida cuando fue por el pueblo preguntando
y buscando a su hija. A los pocos días su madre murió de tristeza ante
la pérdida de su esposo y la incertidumbre acerca del destino de su hija
Suhana. Una tía la cuidó y la llevó al hospital donde la operaron, sacándole
todos los órganos reproductivos. Una sífilis terrible casi le cuesta la
vida. Tuvo que vender la casita que heredó, para poder pagar las cuentas
hospitalarias. Fue forzada a vivir en la pobreza después de su
“liberación” porque nadie quería darle trabajo y alojamiento a una
“sobra del ejército del Japón”. Nunca se casó. Tercera
parte estrevista con Suhana Me enteré de la
posibilidad de dar mi testimonio en este Tribunal cuando vino Heijo,
militar de Indonesia durante la colonización japonesa. Así como en aquel
tiempo me sacó de la casa donde yo me vi forzada a servir a los soldados,
ahora me ha ayudado a mí y a muchas mujeres a romper el silencio. En 1995 me buscó
para dejarme saber que el Grupo de Asistencia Legal de Jakarta y el de
Bandung podrían ayudarme a buscar justicia. Había guardado 52 años de
silencio. Ya era hora de salir a buscar justicia.
Último
diálogo con jurado Ustedes lo saben bien por las pruebas de los fiscales, los testimonios y los documentos. Así lo han dictaminado sin lugar a duda. El Emperador Hiroito y 8 comandantes y oficiales de gobierno japonés en las colonias de la época, cometieron crímenes de lesa humanidad contra ellas, particularmente la violación y la esclavitud sexual militar. También tienen pruebas de que ese régimen creó un sistema de esclavitud sexual, conocido como las casa de confort para describir que allí los soldados dejaban sus penas de la guerra. Las dejaban en los cuerpos mutilados de las mujeres forzadas a servirles cuando ellos quisieran. Los soldados pagaban a la administración militar por el servicio, las mujeres no recibían nada más que los golpes, las vejaciones y las violaciones. La
fiscalía de Filipinas les presentó evidencias especiales contra Hiroito
y el Comandante destacado en ese país, de nombre Yamashita Tomoyuki por
violación como crimen de lesa humanidad y
por las violaciones masivas contra la población
femenina de Mapanique en
una de las islas en noviembre 23 y 24 de 1944. Les demostraron a ustedes
que en el caso de Mapanique este Tribunal es una continuidad del Tribunal
oficial que se realizó en el Lejano Oriente hace muchos años, porque
aquel juicio falló (omitió) responsabilizar a los líderes
japoneses por el sistema de confort y las violaciones masivas que
cometieron y por las cuales fueron juzgados, pero nunca sentenciados. Además
de los cargos por los crímenes cometidos, los equipos de fiscales les
presentaron la Solicitud para la Restauración y Reparación, donde aducen
que el Estado de Japón tiene responsabilidad, por lo que debe reparar el
daño por continuar afectando a las victimas al no cumplir su deber
de juzgar a los responsables y reparar los daños a las victimas. Ustedes
lo aceptaron, pero no se conformaron con eso. Sin duda alguna, juez y
juezas nada convencionales. No. Dictaminaron tan integralmente como
integrales fueron las violaciones a los derechos de las 35 mujeres que
rompieron el silencio ante ustedes. ¿Cómo se les ocurrió salirse del
protocolo de lo legal para rendirles homenaje, más allá
de su misión y formación legal? Si los testimonios y las pruebas
nos tocaron a la audiencia el corazón, no solo la conciencia, no podría
haber sido diferente para ustedes. Y
no fue solo lo que dijeron ustedes al final, sino como lo dijeron.
Majestuosa, tomó aire la jueza principal entre ustedes, Gabriela Kirk Mac
Donald. No sé si así lo hace cuando está en la Corte Internacional de
La Haya cuando funge igual papel en Tribunal de Guerra de Crímenes de la
Antigua Yugoslavia, a pocos kilómetros del Teatro de Danza dónde culminó
este juicio. No se si lo hace igual,
pero en este tribunal del pueblo, concretamente organizado por las
mujeres, tomó el micrófono igual que como lo habían hecho cada una de
las mujeres al testificar después de 5 décadas de silencio: pausadas,
decididas, haciendo historia mediante la
palabra hablada, recogiendo en unos pocos minutos, muchos años de
tormento convertido en fuerza política. “En
conclusión” dijo a nombre de ustedes en medio de las lágrimas, los
aplausos, los abrazos y nuevamente, el mágico silencio que anuncia
encuentros transformados con la historia. “A través de este juicio, los
jueces y las juezas queremos rendir un homenaje a las mujeres victimizadas
por el sistema japonés de esclavitud sexual Reconocemos la dignidad y
fortaleza de las sobrevivientes que han reconstruido sus vidas y brindado
testimonio ante nosotros. “Los
crímenes cometidos contra estas sobrevivientes permanecen como una de las
más grandes injusticias sin juicio, cometidas durante la II Guerra
Mundial. No hay para ellas museos ni tumbas para las “desconocidas”,
no hay proceso educativo para que las futuras generaciones sepan sobre
ellas, nunca se les asignó día de comparecencia a un juicio. “Muchas
de las que salieron a buscar justicia recientemente, han muerto como heroínas
sin himno a sus hazañas; por el contrario, son los nombre de los que
violaron sus derechos los que aparecen como héroes de la historia. “Por
eso, el libro de este veredicto lleva el nombre de cada una de ellas que
tomaron el estrado, contaron su historia, y al menos durante los 4 días
de las comparecencias, pusieron los crímenes en el podio de la guillotina
y la verdad en el trono.”
Ultima parte del caso de Suhana Han
pasado 58 años. Suhana se encuentra en La Haya. Es su turno para subir al
estrado a recibir su copia del veredicto en el que se afirma que todo lo
que ella dijo fue cierto. Se hallaron las pruebas de que el doctor que
ella menciona, aparece en los documentos de la época en el pueblo. También
aparece en los listados del ejército japonés el primer soldado que la
violó. El
documento que recibirá recomienda la reparación integral que ella y las
otras han venido demandando, y va más allá de lo formal. A Japón, que
reconozca su responsabilidad, que pida disculpas a las víctimas, que
compense a las víctimas, investigue más a fondo los hechos, cree una
Comisión de la Verdad y Reconciliación que documente los hechos, cree
museos y memoriales en homenaje a las sobrevivientes, promueva iniciativas
educativas que incluyan una historia que les haga justicia a las víctimas,
repatríe a las sobrevivientes que deseen regresar a sus lugares de
origen, haga públicos los documentos secretos, identifique y castigue a
los responsables y localice los restos de las “mujeres de confort” que
nunca aparecieron, si así lo desean sus familiares. De
los Aliados, que desclasifiquen documentos y den las razones por las
cuales no le hicieron juicio a los violadores en el Tribunal del Lejano
Oriente y al Emperador Hiroito; reconozca su fallo al no juzgar estos crímenes. De
las Naciones Unidas, que tome los pasos necesarios para que el Estado de
Japón repare el daño a las victimas; busque una opinión consultiva
acerca de la legalidad de los procesos de demanda contra Japón; y que
investigue la relación entre el militarismo y el abuso de las mujeres, en
una perspectiva de género. Ella
había venido a mostrarse ante el mundo. Su mundo y el mundo se juntarían
por primera vez cuando sube a buscar la copia de su documento. No son solo
las arrugas pronunciadas por la sonrisa que se dibuja en su cara de
anciana, borrando la mirada de terror que había quedado gravada en su
semblante durante las décadas de silencio; es su espalda doblada por el
peso del dolor en el pecho, que ahora se levanta para recibir su copia de
la resolución de manos de la jueza; sus pasos lentos y suaves pero
seguros, diferentes hoy, de los arrastrados pasos
descalzos cuando ya no podía más con la violación que le quemó
las entrañas con la sífilis; El peso de la historia lo lleva en su pelo
blanco, siempre recogido en la nuca, hoy con más tiempo que antes para
arreglárselo. Es el orgullo que se asoma en su mirada cuando le reconocen
el heroísmo de medio siglo. Es el abrazo, apretando fuertemente al pecho
el documento del veredicto, son los abrazos entre ellas, el puño en alto,
y al final, al escuchar los aplausos que ella y las otras se han ganado,
es la reverencia asiática ancestral con el que cierra el capítulo de su
historia. Epílogo El 4 de
diciembre del 2001 el Teatro de Danza de La Haya en Holanda fue el
escenario del juicio histórico del Tribunal Internacional
de Crímenes de Guerra cometidos contra las mujeres “de
confort” que fueron violadas y sometidas a esclavitud sexual militar en
manos del ejército imperial japonés durante la II Guerra Mundial. Las audiencias
públicas del juicio se habían llevado a cabo entre el 8 y el 10
de diciembre del año anterior en Tokio, Japón. En aquella ocasión, 75 sobrevivientes,
todas entre los 70 y los 90 años de edad, rindieron testimonio ante un
jurado consistente de 1 juez y 3 juezas, 2 fiscales generales, 7 equipos
de fiscales correspondientes a cada país de donde provenían las
demandantes, es decir Japón, Taiwán, Indonesia, Corea del Norte, Corea
del Sur, Filipinas, y Timor Oriental, más de 1,000 personas que
presenciaron el juicio y miles de miles de mujeres activistas de los
derechos humanos del mundo entero que han acompañado a esas mujeres en
sus 10 años de recolección de prueba y de denuncia
para que se reconociera la violación y la violencia contra ellas
como crimen de guerra. Estaban especialmente pendientes en ausencia, las
mujeres de Afganistán, de Kosovo, de Bosnia, de Croacia, de Serbia, de
Somalia de Ruanda y de Colombia entre otras, también sobrevivientes de
guerras modernas, que han sufrido las mismas vejaciones y claman justicia
para las que las antecedieron y para ellas. Este evento sobre el
caso de las mujeres de confort no
fue un juicio oficial. Se inscribe dentro de los procesos de juicios
populares para-legales que de vez en cuando en la historia organizan
sectores de la sociedad civil cuando el clamor de justicia y de fin a la
impunidad no es escuchado por los poderes públicos.
Es el tipo de tribunal como el que organizó Lord Bertrand Russel
después de la guerra de Vietnam y en el cual Simone de Beauvoir fue
jueza, o el que organizó el movimiento internacional de mujeres en Viena
paralelo a la II Conferencia
Mundial de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas. En el caso del
Tribunal de Tokio, la responsabilidad de no hacer juicio ante los crímenes
perpetrados contra las mujeres de confort le cae a los aliados de la II
Guerra Mundial por no juzgar
a los oficiales japoneses por dichos crímenes cuando se realizó el
Tribunal de Crímenes para el Lejano Oriente
en Tokio entre 1946 y 1948, a pesar de que contaban con evidencia
de que el ejército imperial japonés con el aval ordenes del Emperador
Hiroito, crearon un sistema de esclavitud sexual
en el cual más de 200,000 mujeres fueron internadas, violadas y
abusadas sistemáticamente. Sin embargo, la
responsabilidad principal
recae en el Estado de Japón por no juzgar estos crímenes hasta el
momento, por no pedir disculpas adecuadamente y no reparar los daños o
adoptar otro tipo de remedios a las víctimas. El Tribunal
Internacional de Crímenes de Guerra contra las Mujeres fue organizado por
organizaciones de mujeres de Asia, convencidas de que el fracaso de
sistema de justicia internacional y nacional formal no podría significar
que las voces de las víctimas permanecieran silenciadas. Así también,
el Tribunal partió de la premisa de que la ley es un instrumento de la
sociedad civil, que no les pertenece exclusivamente a los gobiernos.
Aunque los tribunales para-legales no tienen potestad de sentenciar y
ordenar reparaciones, pueden hacer recomendaciones sustentadas en el peso
de sus hallazgos legales y su fuerza moral. Las organizadoras,
las sobrevivientes, el jurado, las y los fiscales, las expertas y la
audiencia presencial y a distancia han manifestado que esperan que el
gobierno de Japón comprenda que su mayor vergüenza no está en la
presentación de la verdad de lo que sucedió, sino en el rechazo a
aceptar la responsabilidad legal y moral de tales crímenes. El gobierno de Japón
fue invitado por el Tribunal a presentar evidencias a su favor y a
defenderse de las acusaciones en las vistas públicas pero se rehusó a
hacerlo. Ante la negativa, y
por la voluntad expresa de hacer un juicio justo, un grupo de abogados
japoneses presentaron un “amicus curiae” que defendió al Estado japonés
y presentó testimonio de dos soldados, tan entrados en edad como las
mujeres de confort, quienes presentaron su defensa. Pero el
veredicto fue claro, a pesar de todo. Y aunque el juicio todavía no es la
justicia, pero las víctimas – sobrevivientes ya no están solas,
aisladas y en silencio. Han tenido su encuentro con la historia. Japón se
resiste a reconocer y hacer justicia, pero igual pasó con Pinochet y
miren hasta donde se ha llegado. Por si le llega su día de justicia a las
mujeres de confort, ya tienen su caso documentado, validado y celebrado. A
luta continúa. |