Radio Internacional Feminista

Jornadas por la Paz, La Justicia y los Derechos Humanos,  14-17 setiembre, 
Brokyn-Estados Unidos

(De izquierda a Derecha), Ana Elena ObandoAna Elena Obando, abogada Costarricense, y Donna Sulliban Profesora de La Universidad de New York, ambas Feministas y activistas por los Derechos Humanos de las Mujeres 

                                                                                                                                                                                                              
Jornadas por la Paz,  la Justicia Social y los Derechos Humanos

Cuando la Libertad se Ataca, el Capital se Asoma
Por Ana Elena Obando

"La libertad ha sido atacada", fue la primera frase que escuché del Presidente de los Estados Unidos el 11 de setiembre en una de las radios newyorkinas, cuando nos informaron que debíamos evacuar el aeropuerto J.F. Kennedy. Todas las personas que estabamos allí, latinoamericanas y caribeñas en su mayoría, nos mirábamos a los ojos con incertidumbre y miedo, buscábamos nuestras valijas en medio de la confusión, corríamos hacia los teléfonos de líneas muertas y nos tirábamos a la calle cada vez que un bus o un taxi pasaba esporádicamente.

Mientras las torres del capital se derrumbaban una y otra vez ante los ojos del mundo, un país entero se paralizaba. Los edificos y calles de Manhattan se iban cerrando paulatinamente y las corporaciones multinacionales observaban como sus capitales bajaban.

Ambulancias, policías y miles de personas caminábamos atónitas debajo de un cielo ahumado que cubría las miles de víctimas que hoy engrosan la lista de civiles inocentes del planeta guerra.

Conforme caía la tarde, todas las imágenes y palabras venían a mi como en una película subrealista, especialmente las palabras de Bush sobre el ataque a la libertad. ¿ Cuál libertad ? me preguntaba a mi misma ¿ Será la libertad que por décadas ha ejercido el gobierno norteamericano y sus aliados del momento cuando mataron a cien mil civiles en Hiroshima y Nagasaki, más de dos millones en la guerra contra Vietnam, ciento treinta mil en Irak, dieciocho mil en Bagdag o cinco mil en la invasión de Panamá ?

¿ O estaría hablando el presidente de la libertad que ejercieron cuando apoyaron el genocidio que dejó 30 mil desaparecidos en Argentina y miles más en Chile y otros países de suramérica o cuando financiaron la muerte de trescientas veinticinco mil personas asesinadas por ejércitos y regímenes mercenarios en Guatemala, Nicaragua y El Salvador?

¿ Acaso pensaba Bush en la foto de la revista Time donde aparece la estatua de la libertad con el humo de las torres al fondo ? La misma que han utilizado para estar al servicio de la injusticia y proteger a los dictadores del mundo, entrenar a miles de torturadores, crear células terroristas, corromper a los políticos, arruinar el medio ambiente y llamar
"beneficiarios de actos humanitarios" a las millones de víctimas de su política exterior, como lo hacen hoy mismo al invadir Afganistán.

Porque estoy segura que en Yugoslavia, Sudán, Afganistán, Palestina, Sri Lanka, Burma, Congo Brazzaville, Sierra Leona, Colombia, Grenada u otros países como Cuba e Irak, donde miles de seres humanos han muerto gracias al embargo económico, tienen otros nombres para calificar esos actos y no creen que Estados Unidos sea una "nación pacífista", como declaró hoy su Presidente.

Tenía razón una amiga cuando una vez me dijo "..la realidad siempre rebasa la ficción..." o cómo nos explicámos que en cuestión de horas, un ataque terrorista es calificado como un crimen de guerra, un presidente ilegítimo se convierte en un líder con licencia para invadir, y un Congreso otorga facultades militares y poderes extraordinarios al Presidente aprobándole cuarenta billones de dolares para actividades anti-terroristas, o de "ejercicio de su libertad".

Y ahora que menciono los poderes, se asoman a mi mente los días posteriores al "ataque de la libertad". Casi puedo volver a sentir el miedo del nacionalismo extremo que se desató contra toda aquella persona que fuera o pareciera árabe. Desde mi pequeña ventana veía los carros y casas con la bandera norteamericana y letreros que decían "Orgulloso de ser Americano". Me pregunto si hoy se sentirán orgullosos de un gobierno que responde con la misma lógica de muerte con que fue atacado ?

Al tiempo que la ciudad de New York se limpiaba con el fuego de las candelas nocturnas, aparecían también las flores, las fotos de las personas desaparecidas, las voces de paz, la esperanza de la sobrevivencia en medio del terror. Pensaba en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras intolerancias relacionadas. Estados Unidos se había retirado de la Conferencia porque, entre otras cosas, se negaban a otorgar junto con la Unión Europea, reparaciones a las víctimas descendientes de la esclavitud y el tráfico de esclavos. El mensaje al mundo fue muy claro "...el racismo no es un tema importante para nosotros...." o dicho bajo la nueva coyuntura, "...hay víctimas importantes
y otras que no lo son...".

Despues del 11 de setiembre, la política de aislamiento que llevaba el gobierno norteamericano de no ratificar el estatuto de la Corte Penal Internacional, que tanto necesitaría en estos momentos, o de retirarse de todos los acuerdos internacionales como el Protocolo de Kyoto y la Conferencia contra el Racismo, ha dado un giro de 360 conveniencias. El embargo que pesaba sobre Pakistán, por ejemplo, fue levantado a cambio de una nueva alianza. Alianza que probablemente le costará una guerra civil a ese y a otros países islámicos que colaboren con los Estados Unidos en la
invasión contra Afganistán.

En su nuevo afán por recuperar la "libertad atacada", Estado Unidos pagó la deuda de $582 millones que tenía con las Naciones Unidas, para así ayudarse a obtener la resolución 1373 (2001) del Consejo de Seguridad, que requiere a
todos los Estados tomar las medidas necesarias para "combatir el terrorismo"pudiendo utilizar la fuerza, prohibiendo el financiamiento o congelando los dineros de quienes se consideren "terroristas".

Esto significa una especie de impunidad global para invadir económica, política o militarmente a los países que den "refugio a terroristas", o no estén en "la lucha contra el terrorismo". El día de hoy es sólo una muestra de esa impunidad. Porque no sólo será la CIA y su satélite informativo anti-terror, el FBI o las fuerzas armadas norteamericanas las que tendrán carta abierta para "investigar", reprimir o atacar a cualquier enemigo "real" o potencial de sus intereses, sino que cada gobierno podrá utilizar discrecionalmente "esta postestad".

Los pueblos, organizaciones, grupos o personas que opongan resistencia a las políticas de privatización, al dolor-ización, a las "áreas de libre comercio", a las explotaciones petroleras o a cualquier dimensión de la globalización neoliberal, irán conociendo el significado de esa potestad; de ese otro "terrorismo" que cotidianamente mata millones de seres, que
enterró la justicia y la paz social en una retórica añeja, que idolatra los capitales transnacionales explotadores y vendedores de felicidades plásticas y que ha despolitizado y desarticulado muchos de los movimientos sociales de
las diferentes décadas.

Un terrorismo económico que alimenta la guerra, la muerte, el racismo, el sexismo, el hambre, el desempleo, la explotación a nivel global y otros terrores humanos. El mismo que ha socavado las luchas de miles de feministas de todo el mundo cuando denunciamos las violaciones a los derechos humanos de las mujeres. El que prohibió condenar hace cuatro años al régimen de los Talibanes por los crímenes contra la humanidad cometidos contra las mujeres afganistánas.

Y se hace preciso recordar aquí, que el gobierno de Estados Unidos no sólo guardó silencio ante estos crímenes, sinó que además apoyó dicho régimen porque UNOCAL, la empresa multinacional norteamericana, había pactado con los Talibanes la construcción de un oleoducto y gasoducto a través de Afganistán; proyecto "pendiente" que no pudo ser llevado a cabo por la oposición de los rebeldes de la Alianza del Norte que los Talibanes no pudieron controlar.

Ahora que los terrores se juntan, Afganistán parece ser el nuevo punto estratégico a partir del cual, el gobierno de los Estados Unidos, ha formado alianzas económicas, militares y políticas que beneficiarán a algunos gobiernos, medios de comunicación y capitales transnacionales según su cuota de poder global, pero que vulnerabilizán y empobrecerán mucho más a los pueblos que habitamos este planeta.

Al final, nadie saldrá ganacioso de la lógica masculina de la guerra y el terror. Ni las niñas y niños huérfanos discapacitados afganos, ni los hombres y mujeres hambrientas, dañadas, desplazadas, refugiadas y cansadas de las guerra cotidiana en Afganistán; ni las y los soldados que mueran en otra guerra; ni las personas que en cada país se opongan a regímenes neoliberales autoritarios; ni quienes luchemos por la paz y la justicia; ni los seres vivientes contaminados del planeta; ni los millones de seres humanos de todas las razas, etnias, sexos, estatus cultural, social o económico, opiniones políticas o religiosas, discapacidades, edades, opciones sexuales, descendencias, u otro estatus, que son ya víctimas de las múltiples
opresiones generadas por este capitalismo patriarcal.

Nadie sabe con exactitud hacia donde nos lleva este "nuevo orden mundial" ni cómo hará el capitalismo para mantener su economía del terror en medio de más inseguridad.

El 11 de Setiembre en aquél aeropuerto le dije a mi hermana María que era un día histórico, que el mundo cambiaría a partir de ese momento, pero nunca imaginé cuanto ni cómo. Hoy 7 de Octubre, día de la invasión a Afganistán, el cómo manifiesta uno de sus lados; un lado dolorosamente conocido por la historia de la humanidad.

Hoy quizá necesitamos primero entender antes que actuar, o como diría mi amiga Line, entender cómo cambia el mundo y cómo interactúan sus nuevas fuerzas. Y para ello, yo diría que es urgente analizar, expresar, manifestarnos, intercambiar las ideas, planear las nuevas estrategias que la nueva coyuntura exige y ejercer una libertad diferente; una libertad que no
esté cubierta de velos ni de terrores, que nos hable de cómo construir la paz cotidiana en las casas, las calles, los trabajos, las naciones y todos los espacios que habitamos. Una libertad que no esconda al capital, sinó que
nos abra otra lógica, otra ética, otras ideas, otra cosmovisión para pensar sociedades no basadas en políticas y economías de guerra, en relaciones desiguales de poder entre los sexos, o en jerarquías que de una u otra forma perpetúen y alimenten la muerte, la pobreza, la inseguridad, la desigualdad o la infelicidad humana.