Jornadas
por la Paz, la Justicia Social y los Derechos Humanos
Cuando la
Libertad se Ataca, el Capital se Asoma
Por Ana Elena Obando
"La libertad ha sido atacada", fue la primera frase que escuché
del Presidente de los Estados Unidos el 11 de setiembre en una de las
radios newyorkinas, cuando nos informaron que debíamos evacuar el
aeropuerto J.F. Kennedy. Todas las personas que estabamos allí, latinoamericanas y caribeñas en
su mayoría, nos mirábamos a los ojos con incertidumbre y miedo,
buscábamos nuestras valijas en medio de la confusión, corríamos hacia
los teléfonos de líneas muertas y nos tirábamos a la calle cada vez que un bus o un taxi
pasaba esporádicamente.
Mientras las torres del capital se derrumbaban una y otra vez ante los
ojos del mundo, un país entero se paralizaba. Los edificos y calles de
Manhattan se iban cerrando paulatinamente y las corporaciones
multinacionales observaban como sus capitales bajaban.
Ambulancias, policías y miles de personas caminábamos atónitas debajo
de un cielo ahumado que cubría las miles de víctimas que hoy engrosan la
lista de civiles inocentes del planeta guerra.
Conforme caía la tarde, todas las imágenes y palabras venían a mi como
en una película subrealista, especialmente las palabras de Bush sobre el
ataque a la libertad. ¿ Cuál libertad ? me preguntaba a mi misma ¿
Será la libertad que por décadas ha ejercido el gobierno norteamericano
y sus aliados del momento cuando mataron a cien mil civiles en Hiroshima y
Nagasaki, más de dos millones en la guerra contra Vietnam, ciento treinta
mil en Irak, dieciocho mil en Bagdag o cinco mil en la invasión de
Panamá ?
¿ O estaría hablando el presidente de la libertad que ejercieron cuando
apoyaron el genocidio que dejó 30 mil desaparecidos en Argentina y miles
más en Chile y otros países de suramérica o cuando financiaron la
muerte de trescientas veinticinco mil personas asesinadas por ejércitos y
regímenes mercenarios en Guatemala, Nicaragua y El Salvador?
¿ Acaso pensaba Bush en la foto de la revista Time donde aparece la
estatua de la libertad con el humo de las torres al fondo ? La misma que
han utilizado para estar al servicio de la injusticia y proteger a los
dictadores del mundo, entrenar a miles de torturadores, crear células
terroristas, corromper a los políticos, arruinar el medio ambiente y
llamar
"beneficiarios de actos humanitarios" a las millones de
víctimas de su política exterior, como lo hacen hoy mismo al invadir
Afganistán.
Porque estoy segura que en Yugoslavia, Sudán, Afganistán, Palestina, Sri
Lanka, Burma, Congo Brazzaville, Sierra Leona, Colombia, Grenada u otros
países como Cuba e Irak, donde miles de seres humanos han muerto gracias
al embargo económico, tienen otros nombres para calificar esos actos y no
creen que Estados Unidos sea una "nación pacífista", como
declaró hoy su Presidente.
Tenía razón una amiga cuando una vez me dijo "..la realidad siempre
rebasa la ficción..." o cómo nos explicámos que en cuestión de
horas, un ataque terrorista es calificado como un crimen de guerra, un
presidente ilegítimo se convierte en un líder con licencia para invadir,
y un Congreso otorga facultades militares y poderes extraordinarios al
Presidente aprobándole cuarenta billones de dolares para actividades
anti-terroristas, o de "ejercicio de su libertad".
Y ahora que menciono los poderes, se asoman a mi mente los días
posteriores al "ataque de la libertad". Casi puedo volver a
sentir el miedo del nacionalismo extremo que se desató contra toda
aquella persona que fuera o pareciera árabe. Desde mi pequeña ventana
veía los carros y casas con la bandera norteamericana y letreros que
decían "Orgulloso de ser Americano". Me pregunto si hoy se
sentirán orgullosos de un gobierno que responde con la misma lógica de
muerte con que fue atacado ?
Al tiempo que la ciudad de New York se limpiaba con el fuego de las
candelas nocturnas, aparecían también las flores, las fotos de las
personas desaparecidas, las voces de paz, la esperanza de la sobrevivencia
en medio del terror. Pensaba en la Conferencia Mundial contra el Racismo,
la discriminación racial, la xenofobia y otras intolerancias
relacionadas. Estados Unidos se había retirado de la Conferencia porque,
entre otras cosas, se negaban a otorgar junto con la Unión Europea,
reparaciones a las víctimas descendientes de la esclavitud y el tráfico
de esclavos. El mensaje al mundo fue muy claro "...el racismo no es
un tema importante para nosotros...." o dicho bajo la nueva
coyuntura, "...hay víctimas importantes
y otras que no lo son...".
Despues del 11 de setiembre, la política de aislamiento que llevaba el
gobierno norteamericano de no ratificar el estatuto de la Corte Penal
Internacional, que tanto necesitaría en estos momentos, o de retirarse de
todos los acuerdos internacionales como el Protocolo de Kyoto y la
Conferencia contra el Racismo, ha dado un giro de 360 conveniencias. El
embargo que pesaba sobre Pakistán, por ejemplo, fue levantado a cambio de
una nueva alianza. Alianza que probablemente le costará una guerra civil
a ese y a otros países islámicos que colaboren con los Estados Unidos en
la
invasión contra Afganistán.
En su nuevo afán por recuperar la "libertad atacada", Estado
Unidos pagó la deuda de $582 millones que tenía con las Naciones Unidas,
para así ayudarse a obtener la resolución 1373 (2001) del Consejo de
Seguridad, que requiere a
todos los Estados tomar las medidas necesarias para "combatir el
terrorismo"pudiendo utilizar la fuerza, prohibiendo el financiamiento
o congelando los dineros de quienes se consideren "terroristas".
Esto significa una especie de impunidad global para invadir económica,
política o militarmente a los países que den "refugio a
terroristas", o no estén en "la lucha contra el
terrorismo". El día de hoy es sólo una muestra de esa impunidad.
Porque no sólo será la CIA y su satélite informativo anti-terror, el
FBI o las fuerzas armadas norteamericanas las que tendrán carta abierta
para "investigar", reprimir o atacar a cualquier enemigo
"real" o potencial de sus intereses, sino que cada gobierno
podrá utilizar discrecionalmente "esta postestad".
Los pueblos, organizaciones, grupos o personas que opongan resistencia a
las políticas de privatización, al dolor-ización, a las "áreas de
libre comercio", a las explotaciones petroleras o a cualquier
dimensión de la globalización neoliberal, irán conociendo el
significado de esa potestad; de ese otro "terrorismo" que
cotidianamente mata millones de seres, que
enterró la justicia y la paz social en una retórica añeja, que idolatra
los capitales transnacionales explotadores y vendedores de felicidades
plásticas y que ha despolitizado y desarticulado muchos de los
movimientos sociales de
las diferentes décadas.
Un terrorismo económico que alimenta la guerra, la muerte, el racismo, el
sexismo, el hambre, el desempleo, la explotación a nivel global y otros
terrores humanos. El mismo que ha socavado las luchas de miles de
feministas de todo el mundo cuando denunciamos las violaciones a los
derechos humanos de las mujeres. El que prohibió condenar hace cuatro
años al régimen de los Talibanes por los crímenes contra la humanidad
cometidos contra las mujeres afganistánas.
Y se hace preciso recordar aquí, que el gobierno de Estados Unidos no
sólo guardó silencio ante estos crímenes, sinó que además apoyó
dicho régimen porque UNOCAL, la empresa multinacional norteamericana,
había pactado con los Talibanes la construcción de un oleoducto y
gasoducto a través de Afganistán; proyecto "pendiente" que no
pudo ser llevado a cabo por la oposición de los rebeldes de la Alianza
del Norte que los Talibanes no pudieron controlar.
Ahora que los terrores se juntan, Afganistán parece ser el nuevo punto
estratégico a partir del cual, el gobierno de los Estados Unidos, ha
formado alianzas económicas, militares y políticas que beneficiarán a
algunos gobiernos, medios de comunicación y capitales transnacionales
según su cuota de poder global, pero que vulnerabilizán y empobrecerán
mucho más a los pueblos que habitamos este planeta.
Al final, nadie saldrá ganacioso de la lógica masculina de la guerra y
el terror. Ni las niñas y niños huérfanos discapacitados afganos, ni
los hombres y mujeres hambrientas, dañadas, desplazadas, refugiadas y
cansadas de las guerra cotidiana en Afganistán; ni las y los soldados que
mueran en otra guerra; ni las personas que en cada país se opongan a
regímenes neoliberales autoritarios; ni quienes luchemos por la paz y la
justicia; ni los seres vivientes contaminados del planeta; ni los millones
de seres humanos de todas las razas, etnias, sexos, estatus cultural,
social o económico, opiniones políticas o religiosas, discapacidades,
edades, opciones sexuales, descendencias, u otro estatus, que son ya
víctimas de las múltiples
opresiones generadas por este capitalismo patriarcal.
Nadie sabe con exactitud hacia donde nos lleva este "nuevo orden
mundial" ni cómo hará el capitalismo para mantener su economía del
terror en medio de más inseguridad.
El 11 de Setiembre en aquél aeropuerto le dije a mi hermana María que
era un día histórico, que el mundo cambiaría a partir de ese momento,
pero nunca imaginé cuanto ni cómo. Hoy 7 de Octubre, día de la
invasión a Afganistán, el cómo manifiesta uno de sus lados; un lado
dolorosamente conocido por la historia de la humanidad.
Hoy quizá necesitamos primero entender antes que actuar, o como diría mi
amiga Line, entender cómo cambia el mundo y cómo interactúan sus nuevas
fuerzas. Y para ello, yo diría que es urgente analizar, expresar,
manifestarnos, intercambiar las ideas, planear las nuevas estrategias que
la nueva coyuntura exige y ejercer una libertad diferente; una libertad
que no
esté cubierta de velos ni de terrores, que nos hable de cómo construir
la paz cotidiana en las casas, las calles, los trabajos, las naciones y
todos los espacios que habitamos. Una libertad que no esconda al capital,
sinó que
nos abra otra lógica, otra ética, otras ideas, otra cosmovisión para
pensar sociedades no basadas en políticas y economías de guerra, en
relaciones desiguales de poder entre los sexos, o en jerarquías que de
una u otra forma perpetúen y alimenten la muerte, la pobreza, la
inseguridad, la desigualdad o la infelicidad humana.
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